Explorando México

El antiguo Santa Fe de México
Vista de Santa Fe de México. Casimiro Castro ca.1853. 
Por Roberto Escartín, 1991
Fundación
En 1530 llegó a Nueva España Vasco de Quiroga, licenciado en cánones que contaba con 60 años de edad y que había ocupado importantes cargos en la corte de los Reyes Católicos y fuera nombrado Oidor en la Segunda Audiencia de México.
Al observar el maltrato que sufrían los americanos decidió dotarlos de un sitio para vivir mejor, inspirado en la Utopía de Tomas Moro. El sitio elegido fue el paraje montañoso llamado Acaxúchitl (Flor de Caña) localizado a dos leguas al Poniente de la Ciudad de México.
Hacia 1532 se funda en ese sitio el pueblo-hospital de Santa Fe, poblándose por indios Otomíes y Nahuas y personas desamparadas. Dicho nombre se le puso en recuerdo al lugar donde se rindieran los Moros en España y donde Cristóbal Colón había recibido los títulos y obligaciones de sus descubrimientos.
Vasco de Quiroga pagó las tierras con su salario y logró que la Corona Española regalara al pueblo sacos de maíz para empezar a sembrar. Asimismo, el gobierno virreinal de Antonio de Mendoza mandó medir y limitar la zona en 1537, año en que oficialmente el pueblo tomó posesión de sus tierras. Dicho territorio delimitaba con los pueblos de Tecamachalco, Cuajimalpa, Santa Lucía y Tacubaya.
El concepto de Pueblo-hospital se refiere a una comunidad encargada de cuidar huérfanos, ancianos, viudas y enfermos, así como dar hospedaje a viajeros. La sociedad del Pueblo-hospital trabajaba comunitariamente y contaba con talleres para la enseñanza de oficios.  La producción del campo, consistente en maíz y trigo, se repartía entre las familias del pueblo.
El centro administrativo del pueblo era la parroquia, que contaba con enfermería, cocina, comedor y habitaciones para religiosos y visitantes. Las actividades religiosas se realizaban en la iglesia, atrio, portería y aulas. Ayudados por los agustinos, encabezados por fray Alonso de Borja, y después por clérigos seculares, el hospital prosperó en vida religiosa y actividad productiva.
El nombramiento de Quiroga como Obispo de Michoacán en 1538 lo impulsó a reproducir el esquema de Santa Fe de México en Michoacán, donde fundó varios Pueblos-hospital, sin embargo, la prosperidad y el atractivo de estas comunidades entre los indígenas le trajeron a Quiroga acusaciones de otros españoles que vieron afectados sus intereses. Quiroga viajó a la Corte donde obtuvo mercedes Reales para la exención de tributos y diezmos para los pueblos-hospital. El fundador murió en Pátzcuaro en 1565, pero los pueblos quedaron regidas por una serie de Ordenanzas que subsistieron hasta el siglo XVIII.
En este cuerpo normativo se regulaba la vida cotidiana, las costumbres, el trabajo y las labores agrícolas.  Entre los puestos de mando se encontraba el alcalde (representante civil) el cura-rector (religioso) y los mayordomos, encargados de las festividades cuya más importante fue la fiesta de la Asunción de María, el 15 de agosto.

Senderos y caminos
Por la ubicación de Santa Fe dentro del Valle de México, el sitio servía de conexión entre la Ciudad de México y el Valle de Toluca, a través del Camino Real, que comunicaba con la provincia de Michoacán.
Si nos adentramos en los bosques de Santa Fe encontraremos una Ermita, fundada por don Vasco y reconstruida en el siglo XVIII. A este paraje solitario llegó Gregorio López en 1590 para dedicarse a la meditación y el estudio de la herbolaria que tiempo después le ayudaran en la redacción de su Tesoro de Medicinas.
Otro tesoro, no menos valioso, fue el agua de los manantiales de Santa Fe. Para aprovecharla, el gobierno de la Ciudad de México mandó construir desde el siglo XVI un acueducto que condujo el agua potable sobre cientos de arcos hasta vertirla en la fuente de la Tlaxpana.  El declive y la abundancia de agua permitió el establecimiento de molinos de trigo, como el de Belén y zonas de tala para las crecientes necesidades constructivas de la Ciudad de México. Hacia 1776 el gobierno virreinal patrocinó la construcción de la Real Fábrica de Pólvora, situada en las inmediaciones de Santa Fe.
Para esta época fue necesario reorganizar las actividades del pueblo en torno a nuevas Ordenanzas, que no obstante mantuvieron las exenciones de impuestos. Fue hasta mediados del siglo XIX cuando las leyes de Reforma permitieron la venta de tierras comunales y privilegios indígenas.
Bibliografía
Aguayo Spencer, Rafael, Don vasco de quiroga: Taumaturgo de la organizacion social, Oasis, México, 1970.
Navarrete, Sylvia, Acueductos de México, Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, México, 1996.
Warren Fintan, Benedict, Vasco de Quiroga and his Pueblo-hospitals of Santa Fe, Ann Arbor, 1979.
Véase también
Pineda Mendoza, Raquel, Origen, vida y muerte del acueducto de Santa FeUniversidad Nacional Autónoma de México, Inst. de Investigaciones Estéticas, México, 2000, (Serie Estudios y fuentes del arte en México, 55).


Tepoztlan y el valle de Morelos


Calle de Tepoztlán con una de sus fuentes. Foto de Oscar Lewis, década de 1940. 
Por Roberto Escartín
El declive sur de la sierra del Ajusco se formó con edificios volcánicos estrombolianos y otros posteriores que arrojaron lavas muy fluidas. El modelado del Tepozteco está ligado a una serie de factores, litológicos, estratigráficos, estructurales y topográficos, que tienen su origen en los materiales mismos y sobre los que incidieron factores climáticos y orgánicos. Estas montañas poseen nichos ecológicos de invaluable valor y reciben nombres propios que se insertan dentro de una "geografía sagrada".
En la época prehispánica, el altepetl Tepozteco incluía dos o más regiones ecológicas, de clima frío, templado y caliente, que se extendían a lo largo de ríos, barrancos y cañadas. En algunos sitios, la topografía y el tipo de suelos limitaron el espacio para la agricultura, lo que impulsó la creación de eficientes sistemas de riego llamados apantli. Al abrazar dos o más microclimas se aseguraba la autosuficiencia alimentaria, suministro de agua y el trabajo coordinado. En el posclásico, Tepoztlán producía papel amate, cal y frutas y estuvo ligado a las rutas comerciales mexica hacia las tierras productoras de algodón y miel, situadas más al sur. En el museo Pellicer se puede ver parte de la riqueza arqueológica de la región y admirar un fragmento que muestra a tochtli, deidad del pulque.
La sobria portada del templo de la Natividad, fundado por los dominicos en el siglo XVI, muestra a símbolos relativos a la vida de Santo Domingo. El escudo dominico incorporó el juego de palabras Domini Cane (perros de Dios) a raíz del nombramiento que hizo el Papa a los dominicos como defensores contra las herejías: pugiles fidei. El emblema dominicano, dos flores de liz en blanco y negro, también alude a la oposición entre la luz y la oscuridad, muerte y resurrección, mortificación y alegría. Hoy alberga un magnífico museo comunitario.
Durante el siglo XVII y parte del XVIII la Corona favoreció a los pueblos de indios, como Tepoztlán, con el fin de asegurar el abasto de productos alimenticios a la ciudad de México.  Las autoridades locales aprovecharon las pugnas entre las órdenes monásticas y entre autoridades para defenderse en litigios. Desde entonces, Tepoztlán desarrolló un fuerte sentido de identidad y de defensa frente a las agresiones exteriores.
El primer carnaval en Tepoztlán se celebró por el año de 1852, con el ahora tradicional "brinco de chinelos". En 1870 cuando un grupo de jóvenes nativos del lugar, cansados de verse excluidos de las fiestas de Carnaval, ya que ellos mismos debían respetar el ayuno de cuaresma, organizaron una cuadrilla, se disfrazaron con ropa vieja tapándose la cara con un pañuelo (o pedazo de manta) y empezaron a gritar, a chiflar y a brincar por las calles del pueblo, por lo que les llamaron huehenches.
En la época Porfiriana, los tepoztecos participaron activamente en la defensa del territorio de los pueblos, los ejidos y la vida comunitaria frente a las haciendas monocultivadoras de caña de azúcar, pero también recibieron una fuerte represalia entre los años 1913 y 1916 por el gobierno central. Durante el siglo XX, se ha desarrollado cada vez más la propiedad privada, pero todos los elementos que he relatado se manifiestan en las múltiples fiestas de barrio que se celebran en el pueblo y en la vida cotidiana de este "Pueblo Mágico". 
Bibliografía
Favier Orendain, Claudio, Ruinas de Utopía, Fondo de Cultura Económica, México, 1991.
Fernández Christlieb, Garcia Zambrano, Altepetl del siglo XVI, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
Hernández Chávez, Alicia, Breve historia de Morelos, Fondo de Cultura Económica, México, 2002.
Kubler, Georg, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
Lewis, Oscar, Tepoztlan, a Mexican Village, U. Of Illinois, 1950.
Más sobre Tepoztlán 


Xochicalco 
Por Roberto Escartín
 El sitio arqueológico de Xochicalco se encuentra a 32 km de Cuernavaca sobre una serie de colinas que son la continuación de la serranía de Ajusco-Chalma. Se encuentra rodeada de barrancas y valles con suelos pobres. El río Tembembe corre a poca distancia alimentando las lagunas de El Rodeo y Coatetelco. El paisaje cambia notablemente entre las temporadas de lluvias y secas. No obstante posee algunos recursos minerales cercanos como tezontle, basalto negro, cal, yeso, arcilla, pedernal y cinabrio a corta distancia.

Para Jiménez Moreno es un sitio representativo del período denominado Epiclásico, para señalar un período de transición entre el Clásico y el Postclásico. Se identifica con la desarticulación del dominio de Teotihuacan y la aparición de ciudades estado derivadas de este sistema, pero diferente a las que vendrían posteriormente con la llegada de las grandes migraciones. En opinión de Piña Chan y Jaime Litvak, Xochicalco fue poblado por grupos del área del Golfo de México. En suma:
  • Fue un centro productor de algodón y un nodo conductor de productos tropicales (cacao, plumas y piedras verdes) de la zona del Balsas y noreste de Guerrero.
  • Durante el Clásico tuvo influencia teotihuacana y luego se alió con Cholula, Tajín y Tula para destronar a Teotihuacan.
  • Puede tratarse de un Tamoanchan histórico
  • Al cambiar las rutas comerciales, Miacatlan sustituyó a Xochicalco como centro hegemónico.
Bibliografía
Leonardo López Luján, Xochicalco: el lugar de la casa de las flores, Conaculta-Jaca Book, Turín, 1995, p.15-137.   

Vigencia y nostalgia del carnaval
Carnaval de Huejotzingo, 2010. Foto de Luis Felipe Hernández
Por Roberto Escartín
En el carnaval que se realiza en Huejotzingo, en la región de Puebla, México, participan cientos de danzantes, denominados zapadores, zacapoaxtlas, franceses y escaramuzas, que representan elementos militares de la invasión francesa y actualizan de manera ritual el mito de la persecución de Agustín Lorenzo. ¿qué elementos simbólicos alimentan el contenido de esta fiesta?
    Johana Broda nos recuerda que, para los pueblos indígenas de Mesoamérica, el carnaval tiene estrecha relación con la celebración de la fertilidad de la tierra y sintetiza la relación del plano terrestre con el inframundo, en particular con el ciclo del cultivo del maíz. La cultura mestiza incorporó los elementos prehispánicos a los mitos de los agricultores europeos, como la presencia del Arcángel San Miguel. Carl Jung propuso que el subconsciente se manifiesta en símbolos transculturales, a lo que podemos agregar que éstas se encuentran en constante hibridación. Así, el inconsciente colectivo y la hibridación cultural nos ayudan a comprender que los atuendos que vemos en Huejotzingo sean a la vez únicos de esta población y compartan muchos elementos dionisiacos de la cultura occidental y otras más lejanas.
     ¿Se trata de una fiesta religiosa? Roger Chartier apunta que entre los siglos xv y xvii, las fiestas en Europa, en especial el carnaval, fueron modificadas por el poder de las autoridades municipales; el financiamiento de las cofradías fue sustituido por fondos públicos y las expresiones populares fueron encausadas hacia formas de vida urbana laica y dependientes de la nobleza. Entre las celebraciones citadinas destacan las entradas reales, las cofradías jocosas y las cencerradas. En el siglo XVIII estas fiestas fueron modificadas para eliminar la participación de las cofradías populares, acabar con la participación de toda la comunidad urbana y reducirla a un espectáculo. Para Edward Muir, desde su origen, el carnaval ha sido el arquetipo de los rituales del cuerpo. En Huejotzingo, la personificación corporal involucra un envolvente total, con énfasis en la masculinidad y lo castrense.
    El caso más relevante es la fiesta carnavalesca (antesala de la época de abstinencia de carne), donde la liberación de la líbido se manifiesta en la redistribución alimentaria, el juego de máscaras y la justicia festiva. El simbolismo del carnaval es la lucha de contrarios que autoriza el renacimiento simultáneo del calendario, de la naturaleza y de la humanidad. En el carnaval también posee rituales, gestos y objetos que revelan la gramática simbólica de un proyecto político. El carnaval permite la expresión de la crítica política, la voluntad de las generaciones jóvenes (como en Tepoztlán) y permite desactivar las tensiones sociales, pero si las contradicciones son muy agudas, en ocasiones desemboca en la exacerbación del conflicto. En Huejotzingo, el carnaval canaliza la memoria colectiva y refuerza valores tradicionales.

Bibliografía
Broda, Johanna, "La ritualidad mesoamericana y los procesos de sincretismo y reelaboración simbólica después de la conquista", en Graffylia, UNAM, FFyL, núm.2, 2003, pp. 14-28.
Chartier, Roger, “Disciplina en invención: la fiesta” en Sociedad y escritura en la Edad Moderna, Instituto Mora, México, 1986, pp. 19-36.