Arqueología y culturas de la antigüedad


MESOAMÉRICA
El concepto de inframundo

 Vaso estilo códice. Muesra una escena en la que el alma del difunto se dirige a Xibalbá. Clásico Tardío. Calakmul, Campeche. Sala Maya, MNA.

Los datos disponibles sobre las creencias en la vida ultraterrena en las distintos horizontes históricos de la época prehispánica ofrecen una amplia diferencia en cuanto a la disponibilidad de fuentes. Las cuevas fueron la habitación primigenia y sitio de refugio de la época prehistórica que ha quedado en el inconsciente colectivo como útero primordial de donde surgen los pueblos. Así, por ejemplo, el complejo pensamiento maya nos aporta importantes referentes al inframundo, en especial el concepto de pirámide como ascenso progresivo de la multiplicidad terrenal a la unidad sagrada del cielo. Por su parte, la pirámide invertida es el símbolo de la caverna desde donde se desciende al inframundo.
Las ideas asociadas al inframundo en Mesoamérica se formaron desde el Preclásico como un culto en el que figuran dos conceptos relacionados: las cuevas y los muertos. A partir de estos elementos fundamentales se desprenden las siguientes ideas:
a) la relación entre la geografía sagrada lluvia-fecundación-almacenamiento de agua
b) la idea de una vida ultraterrena, respuesta a respuestas metafísicas al problema de la muerte
En su desarrollo histórico estos dos elementos se recopilaron en mitos que atienden al problema de los orígenes. Durante el preclásico las cuevas reforzaron la idea de poder emanado de los ritos chamánicos y los primeros gobernantes identificados con el jaguar. A su vez, la asociación zoológica de las fauces con la cueva perduró a lo largo de los siglos bajo la forma del mito cosmológico básico: el cipactli como imagen de la superficie terrestre y el árbol sagrado que conecta los niveles del cosmos. Con el desarrollo de las sociedades agrarias complejas del Clásico, el inframundo fue el sitio de culto al agua y se jerarquiza metafísicamente para reflejar la división de clases que implicaba el trabajo organizado y dirigido por los linajes. Su expresión supraterrena se concretó en las plataformas escalonadas colocadas sobre cuevas o construidas como cueva-cámara mortuoria. La intensa competencia por territorios y tributos propia del Posclásico intensificó el aspecto mortuorio y desarrolló el tema de las pruebas chamánicas. En este período se separan con más claridad los destinos ultraterrenos de los seres humanos con una ideología de premio por hazañas guerreras: al guerrero y al sacrificado se les sublima y exceptúa del destino de todos los mortales (Mictlan y Xibalbá), que se desvanecen en el anonimato y sirven como simiente para la renovación de la naturaleza.
Bibliografía
Escartín, Roberto, Xibalbá y Mictlán, una comparación, documento de trabajo, CEPE-UNAM, octubre de 2007.

ZONA ANDINA

Los orígenes de la agricultura
El origen de la agricultura en el continente americano es un problema en constante reformulación. Mesoamérica, el suroeste norteamericano y la zona andina fueron tres áreas donde se dio un proceso que va desde los cultivos incipientes hasta la agricultura y la civilización. Los grupos centro-andinos enfocaron su actividad productiva en la pesca, la agricultura intensiva y la cría de auquénidos. Esta fue la base material de las culturas neolíticas y posteriormente la civilización andina, que incorporó a los cultivadores de los oasis y parte de los araucarios.
Respecto al maíz ¿se difundió desde Mesoamérica o surgió de manera independiente en los Andes?. Una hipótesis es que la agricultura surgió como respuesta a las variaciones estacionales y la búsqueda de estrategias de supervivencia ante situaciones de crisis o escasez. Por otra parte, la necesidad de diversificar la dieta está presente en cada zona biótica: leones marinos y moluscos en las costas, nueces de los bosques, frutos de palma en el área caribeña y frutas en las selvas, etc.
Las nuevas técnicas de fechamiento han ampliado nuestro conocimiento sobre las primeras plantas del área andina: la papa, la quinua, la qañiwa, el pejivalle, la yuca, el cacahuate, el algodón y las cucurbitáceas, que han jugado papeles diversos en el desarrollo de la cultura aldeana. Los fechamientos más tempranos de la presencia de variedades cultivadas de maíz en Centroamérica y la cordillera de los Andes, siguieron un patrón de norte a sur, lo que refuerza la idea de que grupos cultivadores estimularon los desarrollos locales, sin que esto implique difusionismo desde Mesoamérica.
Los descubrimientos arqueológicos muestran la interacción entre el ambiente ecológico, la tecnología y la organización social. Las sociedades recolectoras con agricultura incipiente (península de Paracas, Kotosh en el alto Perú, o región de Mendoza en Argentina, por ejemplo), tenían una gran complejidad social, manifestada en grandes construcciones o elaborados rituales funerarios. De la misma manera en que los habitantes de principios del Holoceno encontraron nuevas soluciones alimentarias, hoy sería posible desarrollar cultígenos no aprovechados en gran escala, que sean la base de una alimentación futura.
Bibliografía
Escartín, Roberto, Orígenes de la agricultura en la zona andina, documento de trabajo, FFyL-UNAM, 2008.

La Cultura Moche
Las investigaciones en torno a los yacimientos fechados en el Periodo Intermedio Temprano por carbono 14 (400 a.C. a 1000 d.C.) en la costa norte de Perú muestran el desarrollo de dos núcleos de población en asentamientos localizados en los valles fluviales de las estribaciones occidentales de los Andes. Estos grupos desarrollaron prácticas agrícolas intensivas debido a la necesidad adaptativa a un clima semiárido con la instalación de obras hidráulicas. Los conocimientos sobre esta cultura son muy fragmentarios, debido al intenso saqueo que han sido objeto por los traficantes de piezas arqueológicas al servicio de coleccionistas de arte y museos del mundo “civilizado”. Los esfuerzos por conocer las formas de vida de estos grupos se han concentrado en el estudio y la interpretación de productos materiales como las vasijas-efigie y otras formas cerámicas que muestran escenas narrativas de índole religiosa, que en algunos puntos han mostrado coincidencias con las evidencias arqueológicas. Asimismo, debido a que algunos de los centros ceremoniales y mausoleos fueron localizados en las inmediaciones del río Moche, se ha generalizado el uso de este topónimo para designar a grupos que fueron asimilados por medio de supuestas acciones bélicas de expansión y tributo. Los estudios sobre los valles adyacentes al de Moche han demostrado que la presencia de cerámica ceremonial “moche” se limita a un periodo de unas cuantas centurias, lo cual no es despreciable, pero nos ayuda a evitar una designación espacio-temporal abstracta.

Bibliografía
Escartín, Roberto, Periodo Intermedio Temprano: la cultura Moche, documento de trabajo, FFyL-UNAM, 2008.

ZONA MEDITERRÁNEA
El comercio en el Mediterráneo durante el siglo I
Althiburos. Ulises y las sirenas (la ninfa del mar, representada como mitad pájaro y mitad mujer, quien atraía a los marinos a una muerte segura en las rocas con su canto seductor. Salle de Dougga Museo Nacional Bardo, Túnez.
Por Roberto Escartín
El mar Mediterráneo ofrece un clima templado, propicio para el cultivo de trigo, vid y olivo, distancias relativamente cortas entre cada puerto, pero una distribución irregular de las lluvias. Durante la era de Augusto Italia no era autosuficiente desde el punto de vista económico, pues la tarea de alimentar a tantos consumidores no productivos no estaba al alcance de la economía agrícola subdesarrollada de Italia en el periodo romano. Por supuesto, desde dos siglos antes del comienzo del principado, Roma venía intensificando continua e inexorablemente su dominio de las fuentes de abastecimiento externas en el Mediterráneo. La necesidad de un pueblo agrícola y guerrero, de volcarse al exterior condujo a los romanos a emplear las vías marítimas, que son el objeto de estudio de esta breve introducción.
El Imperio romano surgió de una alianza entre la burguesía urbana, el proletariado y ambiciosos líderes militares para imponer un Estado que suplantara a la antigua sociedad de Patricios terratenientes, que predominó durante la República. Esta composición social dio auge al gobierno pacificador de Augusto, pero pronto devino en la tiranía y los gobiernos autócratas de Vespasiano y Domiciano.
En la era de Augusto, la ciudad de Roma requirió de costosas distribuciones de grano, programas de obras públicas y diversiones financiadas con impuestos imperiales y rentas de propiedades públicas provenientes de otros territorios. La sociedad romana aceptó con lentitud la llegada de los provincianos y este esquema se mantuvo hasta la caída de la dinastía de los Severos en 235.
Sin embargo, los provincianos introdujeron un “capitalismo urbano” de corte helenístico muy dinámico, basado en el comercio, la industria y la agricultura, lo que generó los capitales que permitieron el crecimiento de las fundaciones romanas a lo largo del Imperio. Sin embargo, la exigencia de una alta rentabilidad fomentó la explotación de los trabajadores y el estancamiento de la industria. Por su parte, el Estado demandó cada vez más dinero sin prestar atención al fomento de la economía, lo que impulsó más guerras en el exterior y violencia en el interior. La rígida división de clases y antagonismo creciente entre las élites y las masas, desembocó en la anarquía política. Todo ello condujo al estancamiento generalizado del siglo III.
La construcción de puertos marítimos fue otro más de las grandes obras de infraestructura promovidas por el Estado, junto a los caminos y acueductos. Las obras emprendidas en muchos puertos y ciudades fueron decoradas con mosaicos, en los que se combinan aspectos mitológicos y descripciones detalladas de los buques, que es una de las fuentes con las que se comparan los descubrimientos arqueológicos submarinos. Por otra parte, el abastecimiento de la ciudad de Roma se deduce de las cuentas de receptores de dinero o grano de la época de Augusto, que en promedio atendía a un promedio de 250,000 ciudadanos varones mayores de diez años de edad, a los que podemos agregar sus familias y esclavos, tenemos alrededor de un millón de habitantes. En este periodo surgieron puertos como Ostia, Puteoli, Byzantium y Aquilea.
Bibliografía
Escartín, Roberto, Introducción al estudio del comercio y la navegación en el Mediterráneo, siglos II a.C. al II d.C., documento de trabajo, FFyL-UNAM, 2008.

 JAPÓN
Las culturas más antiguas de la isla
Cerámica del periodo Jomon (foto Norisons, 2005)

Por: Roberto Escartín
La prehistoria del archipiélago japonés nos ofrece una gran riqueza de testimonios que muestran una cultura milenaria. Los arqueólogos japoneses han desarrollado una refinada ciencia, de rigurosos métodos y detallada descripción. Desde una perspectiva temporal pueden distinguirse tres grandes periodos culturales (Jidai) en el Japón antiguo: Jōmon, Yayoi y Kofun.
Durante el periodo Jōmon o de cerámica cordada (10 000 a.C. al 300 a.C.), los habitantes del archipiélago fueron cazadores y recolectores, principalmente. Los objetos este periodo se caracterizan por alfarería muy antigua (12,000-500 a.C.) encontrada en amplias áreas de la isla, de origen continental, correspondiente a pueblos no agricultores que practicaban la caza, pesca, recolección y cultivos incipientes, pero que vivieron en asentamientos semifijos. En el periodo Proto-Jomon se observa decoración incisa, tamponada y arañada; durante el Jomon inferior se utilizaba una especie de huella en forma de uña y una decoración cordada en toda la superficie del vaso; en el Jomon medio aparecen canalduras y rodetes; la decoración del Jomon superior se encuentra repartida en zonas y la del Jomon reciente combina planos lisos y rugosos.  De gran interés son las figurillas conocidas como Dogu, a las que se les ha atribuido significado religioso, aunque fueron encontradas en montículos de basura, lo que no apunta en este sentido. Muchas de estas figurillas tienen acusados rasgos femeninos, con pechos y caderas pronunciadas.
El periodo Yayoi (300 a.C. al 300 d.C.) se caracterizó por el desarrollo de la agricultura del arroz y la importación de tecnologías metalúrgicas de la península coreana. Estas manufacturas aparecen con frecuencia en tumbas de la época. De manera similar a otras culturas, el desarrollo de la agricultura intensiva se asocia con el incremento en la estratificación social. En este periodo se distinguen dos tipos de cerámica: Hajiki y Sueki
El periodo Kofun (300 d.C. al 710), se caracterizó por una centralización gradual del poder, en especial en la zona occidental. Fue en este periodo cuando la casa imperial buscó distinguirse de otras familias poderosas, en parte con la introducción de instituciones políticas, culturales y religiosas de origen chino. Puesto que no sobreviven documentos de este periodo, las evidencias sugieren que éstos existieron, dando origen a las historias del siglo VIII. Por este motivo, es pertinente distinguir éste periodo como proto-histórico.
Del periodo Kofun se han encontrado miles de montículos mortuorios. El mayor de ellos es el montículo Daisen en Sakai, Osaka, en forma de cerradura, del que se piensa pudo haber sido la tumba del emperador Nintoku, del siglo V. Éste tiene cerca de 500 metros de largo por 300 de ancho. Estos montículos son similares a los de la península coreana durante el mismo periodo. En su interior contienen cámaras mortuorias y sarcófagos conteniendo diversos objetos: armas, cerámica decorada e incluso espejos hechos en bronce del periodo Yayoi.
Algunos de los objetos más llamativos del periodo Kofun son las Haniwa, algunos son cilindros cerámicos de más de un metro de altura, enterrados en la rampa exterior de las cámaras mortuorias. Como una especie de tejas, estos cilindros pudieron haber proporcionado un soporte estructural para el montículo, pero tienen una profusa ornamentación. También se han encontrado figurillas antropomorfas. Algunos arqueólogos han sugerido que éstas pudieron usarse para reemplazar personas sacrificadas, pero quedan abiertas otras interpretaciones. Un motivo recurrente en las Haniwa son los guerreros armados de más de metro y medio de altura.
Bibliografía
Junko Habu, “Ancient Jomon in Japan”, Antrhopological Science, vol. 114, 2006, pp. 223-229.
Alimen y Steve, (comps.), Prehistoria, México, 2005, Siglo XXI, pp. 256-257. (Col. Historia Universal, vol. I).
Más información sobre este tema:
http://heritageofjapan.wordpress.com
http://archaeology.jp/sites/imasirozuka/