El espejo teatral


Inanna, los filtros del amor y el lenguaje
El descubrimiento arqueológico es un acto de resurrección de seres que habitaron el pasado y que adquieren vida a través de los testimonios contenidos en textos, como es el caso de las tablillas cuneiformes encontradas en Mesopotamia, que han permitido traer al presente formas de vida milenarias. La fascinación del descubrimiento de una fuente original de tal antigüedad es un privilegio de pocos arqueólogos, como Samuel Noah Kramer, quien quedó atrapado por el relato de los mitos contenidos en miles de tablillas de arcilla sumerias y pasó muchos años estudiando, interpretando y dando a conocer su contenido. En Inanna podemos adentrarnos en uno de los mitos teogónicos más antiguos de la literatura escrita a través de la interpretación teatral. En esta obra se reúnen historia y poesía para sumergirnos en el inconsciente de la humanidad, revelado en el relato de la diosa primordial del amor y del cielo.
Pero llegar a regiones tan remotas en el tiempo hace necesario acudir a más de un emisario, cada uno de los cuales tiene propósitos diversos y vive situaciones diferentes. Me refiero a todas las personas por las que este relato llega a nosotros: en Inanna un conjunto de mitos, himnos y lamentaciones reunidos hace más de 3500 años por una sacerdotisa del templo del dios Nana en Ur, llamada Enheduanna centra su atención en los rituales de la “reina del cielo”, otorgando un carácter marcadamente femenino y elitista al contenido del mito. La sociedad sumeria es notablemente ajena a nuestra sensibilidad, pero en el relato podemos saber mucho de sus preocupaciones, como la relación tan estrecha con el ambiente fluvial, los animales, los templos y las aldeas. También encontramos una sociedad compuesta por campesinos y pastores, que se inicia en la vida urbana concentrando los granos en los templos, llevando tributo a los reyes guerreros.
Hoy llamamos poetas a determinadas personas que tienen una sensibilidad especial, o como sugiere Gianbattista Vico, el uso poético del lenguaje era común a todos los seres humanos en la antigüedad. Así, la escritora Enheduanna es la primera intérprete de este mundo de navegantes y observadores del cielo plasmado en ideogramas y fonogramas, incisos en la arcilla. Este formato permitió su maravillosa conservación en el tiempo, ayudado por el cuidado de los templos. Mediante esta escritura, el arqueólogo dialoga con la sacerdotisa, haciendo una lectura moderna de los textos, preocupado por sus propios orígenes judíos y los traslada a su lengua adoptiva, el inglés. En esta traducción Kramer ensambla los himnos para reconstruir el relato de la lucha entre dos ciudades, la unión sagrada de Inanna y Dumuzi, su descenso al inframundo y las consecuencias de este acto transgresor. Al traducirse al español, el relato de Inanna adquiere nuevos significados y es necesario conservar algunas palabras en sumerio de las traducciones anteriores que aglutinan conceptos complejos.
Para la puesta en escena se efectúa una nueva transmutación: el mito adquiere vida actoral y se vierte en el espacio sagrado del escenario. La capacidad de transformarlo es la magia que permite desplegar los templos frente a los fieles y que a imaginación dramática trae a los espectadores.  Los ademanes, los gestos y el vestuario agregan un gran contenido simbólico; la música aviva nuestra sensibilidad y dialoga con el argumento, favorece la atmósfera cuyo sonido del correr de agua está siempre presente. El tiempo mítico y el ritual se concentran en un solo acto cuyas coordenadas confluyen en el centro del escenario al que las líneas dramáticas acuden como radios que nacen del centro del mundo.
Contemplando la obra surgen nuevas lecturas que parten de la superficie del argumento hacia las profundidades de los símbolos. La diosa-sacerdotisa domina el relato y nos coloca frente a la madre-amante capaz de todos los deseos. En principio se enfrenta a la sabiduría, la mente razonadora del conocimiento representado por el abuelo Enki; lucha constante entre razón y sentimiento, escindidas en la mente moderna. En Inanna también está presente el arquetipo de la tierra fértil que el hombre ara para fecundarla, pero también el planeta Venus, que en su errática trayectoria desciende al inframundo y regresa en periodos determinados, hermana del sol y sobre todo diosa del amor, la cópula, la creación, la intuición. Su hermana Ereshkigal, reina del inframundo es su desdoblamiento, fuerza opuesta de la destrucción, el sufrimiento y la nulificación de la vida. 
¿Qué lleva a Inanna a retar al inframundo? En el mito encontramos varios registros de significado: la muerte de la semilla, la ausencia del planeta Venus y del deseo, simbolizados en los atavíos que la diosa debe rendir a los seres del inframundo. El ocaso de la diosa también es la muerte del historiador, quien una vez que ha rescatado el pasado para nosotros y regresado a la vida los habitantes divinos de Uruk también regresa al inframundo. Destino de todos los mortales, pero que ha rescatado para nosotros los dones de la diosa con la ayuda de la imaginación. El acto creativo se opone a la barbarie que destruye nuestro mundo de hoy.
Compañía Nacional de Teatro, Teatro El Galeón, dirección:  Lorena Maza, Inanna: Renata Ramos.
Bibliografía
Gilbert Durand, Las estructuras antropológicas del imaginario, México, Fondo de Cultura Económica, 2004.
Jean-Claude Margueron, Los mesopotámicos [1991], Cátedra, Madrid, 1996. p. 443-447.  
Gianbattista Vico, Ciencia nueva, Tecnos, Madrid, 2006.


La Expulsión 
 Ante la difícil decisión de expulsar a los jesuitas, un grupo de consejeros expusieron al rey Carlos III sus opiniones respecto a la manera en que se solicitaría la disolución de la Compañía. Al respecto, Enrique Giménez López, de la Universidad de Alicante, comenta que el duque de Sotomayor había hecho énfasis en la participación de los jesuitas en las luchas por la sucesión de Portugal en 1640 y sus intrigas en otras luchas nobiliarias. En opinión del duque, los jesuitas empleaban mano de obra esclava y ejercían una autoridad despótica sobre los indios para obtener enormes ganancias. Con este contingente de siervos, los religiosos planeaban acabar con las coronas de España y Portugal, naciones que debían unirse en un frente común, distrayendo así la injerencia inglesa en tierra lusitana. El consejero de estado, Jaime Masones de Lima subrayaba los males causados por los jesuitas a la nación portuguesa, sus ambiciones territoriales, pero sobre todo a la iglesia entera, por la introducción del probabilismo y la doctrina jansenista. Masones se oponía a un enfrentamiento a Roma, argumentando que eso propiciaría un levantamiento del pueblo español y el desprestigio internacional. Por ello se mostraba más favorable a la destitución de cardenal Torrigiani en la Secretaría de Estado de la corte romana.

Al secretario de hacienda, Miguel de Múzquiz, le parecía que un ataque al Pontífice era una medida desproporcionada, mientras que el duque de Alba no la descartaba como un recurso, que podía ser efectivo si se combinaba una operación anfibia desde Barcelona con una invasión desde el territorio napolitano. Además, el duque de Alba hacía énfasis en la necesidad de atacar a los terciarios de la Compañía, quienes mantenían viva la perniciosa doctrina. A la par del padre Confesor Eleta, quien denunciaba la corrupción y el atentado a la moral y las buenas costumbres, demostrada por su participación en los motines de 1766 y los regicidios y atentados a reales personas de 1757 y 1758. El confesor proponía que la mejor estrategia consistía en conseguir la aprobación de María Teresa de Austria para logra el cese de Torrigiani. 
Manuel de Roda argumentaba que la Compañía de Jesús había desvirtuado su carácter original promoviendo tumultos, rebeliones, motines y atentados, lo que debía quedar de manifiesto cuanto antes, debido a la precaria salud de Clemente xiii. Por otra parte, un acercamiento a Portugal permitiría una mayor cooperación en el gobierno de América. En lo relativo a la educación, era necesario reforzar el regalismo sobre la iglesia y formar a los jóvenes en la subordinación al monarca e incluso formar una iglesia nacional española a la manera como propuso Portugal, ya que la Curia romana siempre ha protegido a los jesuitas.
José Moñino, conde de Floridablanca y Pedro Rodríguez de Campomanes se centraron en los aspectos políticos: la estructura jerárquica y de ciega obediencia de la orden, la orquestación de la sedición de 1766, las calumnias contra Carlos iii, los ritos chinos, malabares y el probabilismo de sus miembros; el intento continuado de reingresar a los reinos españoles sembrando visiones en el pueblo en contra de la Casa de Borbón; su firme esperanza en regresar basado en falsas profecías, y la oportunidad que se presentaba en un momento de paz para acordar una acción conjunta entre las naciones católicas.
La repentina excomunión contra el duque Fernando de Borbón, sobrino de Carlos iii en 1768 fue presentado como otro acto más propiciado por los jesuitas fue el detonante para presentar la solicitud de disolución el año siguiente, envuelta en el argumento de que los reyes, como protectores de la iglesia, habían tomado una decisión en el bien de los fieles. 
Bibliografía
Enrique Giménez López, “La extirpación de la mala doctrina. Los inicios del proceso de extinción de la Compañía de Jesús” en Expulsión y exilio de los jesuitas españoles, Alicante, Universidad de Alicante, 1997, pp. 229-255.


Maracanazo, Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario,
en la ciudad de México. Foto José Jorge Carreón de 432 Magazine.
Maracanazo 
Dirigida por Mario Espinosa y basada en una obra inédita de Ernesto Anaya con música de Gabriela Ortiz, interpretada por Inner Pulse Ensamble. La trama refiere que los dioses griegos van del sangriento Peloponeso a las costas de Brasil, donde comienzan a alterar los hilos de la historia y tejer tragedias, surgidas de sus propias pasiones, en medio de las preparaciones para el carnaval. La analogía del mestizaje cultural es evidente: los hijos de Europa crecen exuberantes en bajo el cielo austral y entablan una lucha que desemboca en tragedia cuando el portero de la selección nacional no logra detener el gol decisivo del campeonato mundial frente a Uruguay. La tiranía impuesta por las moiras, la fe nacionalista en el fútbol y la ira de los dioses expresan de manera simbólica los caprichos de los dictadores en Brasil.
¿Cómo pudo Brasil aceptar refugiados del nazismo? ¿cómo se conformó la dictadura? A principios del siglo xx, los militares tenían un elevado sentido cívico y moral, que los impulsó a participar en política y juzgar la situación internacional. En los decenios de 1920 y 1930, el activismo político de los militares tomó formas diversas, fue crítico del statu quo, pero también a favor de elementos reaccionarios: en Brasil, los militares simbolizaron las aspiraciones de cambio de la clase media, que desembocó en la revolución de 1930, protagonizada por Getúlio Vargas.
La revolución de 1930 fue un movimiento cívico-militar que acabó con la "vieja república" oligárquica. Vargas se apoyó tanto en los sindicatos y en las organizaciones patronales para crear un régimen de corporaciones que representan y controlan al capital y al trabajo altas barreras arancelarias, prohibiciones, créditos baratos, exenciones impositivas, etc. destruyendo el poder económico de las oligarquías regionales basadas en la tierra con el recurso a mano de las variadas políticas populistas, pudo mantener un apoyo bastante considerable a lo largo de su dilatada gestión.
La creciente producción cafetalera durante los años veinte mantenía a la oligarquía, pero el exceso de producción tuvo que ser desperdiciado durante la crisis de inicios de los años treinta. Las incipientes manufacturas de algodón se renovaron y se inició la migración del campo a las ciudades, con lo que Vargas promovió el aumento de la obra pública. Punto central del crecimiento industrial fue el establecimiento de la siderúrgica de Volta Redonda y la ampliación de la industria del cemento en la región de Río de Janeiro, con la que se construiría la moderna ciudad y su flamante estado de Maracaná en 1950. Sin embargo, el fomento a la industria no correspondió con el apoyo al campo.
Durante la II Guerra Mundial Vargas fue favorable al fascismo alemán y reprimía toda manifestación comunista, pero al final de su mandato apoyó a los aliados a la liberación de Italia. Cuando intentó perpetuarse en el poder después de haber ofrecido retirarse, en 1945, fue derribado por un golpe de estado, reelecto en 1951. En este periodo se crearon los partidos PTB travallista (de izquierda) y PSD social demócrata. Hasta 1964 la política siguió dominada por los partidarios del líder populista. Cuando éste parecía virar hacia el socialismo se produjo, otra vez, un golpe de estado que dio poder a los líderes de las fuerzas armadas.  El suicidio de Vargas, lejos de aminorar su movimiento, mantuvo activos a sus partidarios, influyendo en los gobiernos posteriores.
Bibliografía
García, Marcelo, “La política exterior, 1941-1959” en EUA, síntesis de su historia, México, 1988, vol. 10, t.3.
Vilas, Carlos (comp.), La democratización fundamental: el populismo en América Latina, México, CNCA, 1994, p. 11-15.
de Alcázar, Joan, et. al., “América entre la guerra y la revolución”, en Historia Contemporánea de América, Servei de Publicacions de la Universitat de València,
Carlos Sabino: “Brasil, el primero y el último”, en El fracaso del intervencionismo: apertura y libre mercado en América Latina, Panapo, Caracas, 1999.
Thorp, R. Mary “Las economías latinoamericanas, 1939-1950” en Leslie Bethell, ed., Historia de América Latina, Barcelona, Crítica, 1991, vol. 11.
 

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